domingo, 11 de mayo de 2014

COPA DEL REY EN CANET


Como dice Alfonso, después de las energías invertidas en la inscripción, ha merecido mucho la pena el triatlón de Canet. Voy a aprovechar para contaros el interior de esta competición, cosas que aunque vayas a verlo y animes no se ven, transmitiros el punto de vista privilegiado que tenemos los competidores.
Bueno, todos los triatlones empiezan igual, con un bocinazo o un pitido, que marca el comienzo de la competición, dependiendo de tu estado de forma del disfrute o sufrimiento. Siempre hay un silencio, o unos gritos o algo que hace descargar los nervios, estiramientos de última hora, faltarte con los correcas o tomarle un poco el pelo a Monfort, pero en Canet era especial, era una competición por equipos. Creo que a pesar de sentirte más responsable por no fallar a los compañeros, te sientes más arropado, algo más tranquilo, seguro que van a echarte un cable, no te van a dar codazos, te empujarán corriendo o te darán relevos en bici. Esa sensación fue diferente y muy chula.
El mar limpísimo dejaba ver el fondo todo el trayecto a nado, pero a mí no me dejó ver que tras la segunda boya me quedé rezagado detrás de un grupo de chicas… De repente caigo en que voy nadando demasiado relajado, levanto la cabeza y echo de menos las espaldas anchas de los correcas, se me habían ido unos 10 metros. Justo al girar la boya adelantamos a un equipo… bueno, todos menos yo. De repente por la derecha el equipo que salía detrás nuestro pasa a toda velocidad. “Me cojo y que me lleven” pensé, ¡no tuve pelotas! Tuve que hacerlo yo solito, pero hasta los boxes nada y porque esperaron.
En las transiciones cada uno a lo suyo, como si estuvieras solo, nadie dice nada hasta que termina, y entonces surge un grito ¡Vamos Equipo! Vale, están ahí, la concentración hace que no te des cuenta de nada… Ese momento lo pondría en slow motion, en 10 segundos haces tantas cosas, excepto sacarte el neopreno a la primera.
Salimos del box, alguno no quería ponerse el dorsal pero la juez se lo recuerda, medio tira la bici, se lo pone, ya estamos todos y salimos, encendidos. Tan encendidos que nos dejamos a dos correcas por el camino, perdón. Nos damos cuenta, paramos y nos pasan dos equipos. Sólo vemos a Jorje, el nano, coño y Vicent! Nada tiramos, fue un momento difícil, sobre todo porque te perdiste unas globeradas buenas. A pocos km de recoger a Jorge, en el segundo giro de 180º que había, tenemos un equipo de tías delante, con las calas quitadas para dar la vuelta, las esquivamos y seguimos, pero… ¡Coño dónde está Jorge! Había desaparecido otra vez, jejeje, y nos lo volvíamos a dejar atrás. Esta vez no esperamos, íbamos encendidos, a tope. Más adelante, el mismo que no quería ponerse el dorsal, no quería hacer la segunda vuelta en bici y se metía en boxes en la primera. Lo solucionamos fácil, un grito y que nos pille. Todo no acaba ahí, tampoco quería girar en las rotondas y seguía recto, se le cruzó un cable, pero menos mal que lo volvimos a llevar al rebaño y Julián ya no le dejó ponerse delante en las rotondas.
Y luego, la mejor sensación que puedes tener compitiendo es ver a tu equipo, esos que han competido antes y los de tu equipo, el mogollón, dando ánimos. Son tus compañeros de entrenos, son muchas horas, saben lo que nos cuesta esto, y verlos ahí te transmite muchísima alegría. Me quedo con esa sensación. Tenemos que petar las competiciones, quiero ir a todas las competiciones por equipos a las que vaya Correcaminos.
Luego el ratito en meta, la charraeta, las mentiras y verdades, haciendo el capullo, haciendo grande el momento. Ver las fotos de l@s acompañantes y flipar con las caras de esfuerzo, de sufrimiento, de dolor, y con fotos como estas: