lunes, 29 de abril de 2013

UNA CRÓNICA DEL TRIATLÓN DE FUENTE ÁLAMO

(por Alfonso C.)

Como ya anunció este blog el viernes pasado, dos hombres se fueron con destino Fuente Álamo para cantar aquello de "gotas de lluvia siguen cayendo sobre mi cabeza".
El día estaba soleado hacia el mediodía y los protagonistas de la película pensaron que quizá no iban a cantar la canción ese día. La comida bajo la carpa de la organización, a las 12:30, fue copiosa y animada, aunque nos abstuvimos de beber la cerveza fría que ofrecían para permanecer serenos. Después de una breve siesta nos pertrechamos con los aparejos propios de un triatlón y nos dirigimos hacia la T2 donde dejamos las zapatillas bajo una bolsa de plástico, por si acaso. El sol seguía luciendo en el cielo. A las 15 horas subimos al primer autobús que salía con destino Mazarrón. El bus recorre el circuito de bici pero en sentido inverso. Vamos comentando las incidencias orográficas que nos vamos a encontrar después. El viento parece que hasta sopla a favor. La frase de Juan en ese momento "en una hora y media todo puede cambiar" se antoja ahora profética.
Llegamos a la T1 casi a las 16 horas y aparejamos con esmero nuestras monturas. El sol caía de lo lindo y buscábamos sombra. A las 16:45 nos metíamos en el agua para calentar, la superficie está en calma. Temperatura del agua 18º, muy buena.
Son casi las 17 horas y van a dar la primera salida, la femenina. Llaman a las de élite una por una, cantando sus últimas proezas. La favorita es Marina Dalaimcurt (no sé si lo escribo bien) que estuvo en los juegos olímpicos de Londres, y que a la postre se llevaría el triunfo. Las miradas se alternan entre las féminas en la línea de salida y las nubes que empiezan a cernirse por el noreste. 
A las 17:15 la salida de la élite masculina. Hombres de renombre son anunciados por los altavoces: Gomar, Godoy, Uxío, Aguayo, etc, unos campeones, dos de ellos venidos directamente de participar en  San Diego, California, seguramente atraídos por la fuerte recompensa al ganador: 1200 euracos.
Diez minutos más tarde nos toca a los jóvenes con los veteranos (¿porqué hacen estas mezclas?). Juan saldrá 5 minutos después con la categoría absoluta. Llevo un mes sin nadar prácticamente a causa de una tendinitis en el hombro izquierdo, pero he mejorado esta semana y salgo a tope. La ida hacia la primera boya se nota con cierto oleaje que dificulta coger ritmo. Viramos y entonces noto la corriente a favor. Intento coger pies pero delante somos pocos y se van hacia la derecha. Viramos la segunda boya y encaramos la playa. El hombro herido responde bien pero empiezo a notar el cansancio ocasionado por la falta de entrenamiento en los dos brazos. Aprieto los dientes y salgo de agua con algunos más. Al llegar a los boxes veo que se desvían todos por la entrada de jóvenes y me dirijo solo hacia el lado de veteranos donde no veo a nadie. En eso momento pienso que soy el primero de veteranos en llegar, aunque luego he sabido que era el segundo (el primero me sacó 1:20 en el agua y ya había salido con la bici). Me sube la moral.
No sé en que momento se produce un hecho determinante para el devenir de la prueba y del que no somos conscientes: el viento vira en contra. Salgo con la bici y apenas encuentro gente con la que acoplarme. El viento en contra es brutal. Miro el velocímetro y marca 15 km/h. Me pongo detrás de uno pero se percata y se aparta, el muy jodido. Penosamente avanzo los primeros de los 25 kilómetros. Van llegando unidades por detrás y se forma un grupete de 15, menos mal. El viento sigue siendo muy fuerte y avanzamos despacio. En cuanto se empina la carretera el grupo se desmembra y me quedo a solas con otro, un sub23 con el que iría hasta el final. En su traje pone su apellido, un ilustre del ciclismo: Delgado.
Coronamos el puerto y nos lanzamos hacia abajo con la esperanza de formar un grupo, pero no se ve a nadie por delante ni por detrás, nos hemos quedado solos. Hablamos y nos ponemos a relevarnos. Todavía quedan 14 km, pero no hay más subida. El desgaste es notable. La carretera gira y ahora el viento no nos da de cara. Nos pasan cuatro que van a toda velocidad, imposible seguirles. A falta de 5 km para la T2 empieza a llover de lo lindo. Con tanta agua en las gafas apenas veo. Voy mirando el cuentakilómetros continuamente para ver cuánto falta para dejar la bici. Por fin llegamos a Fuente Álamo y a los boxes. Me alegro de haber dejado las zapatillas bajo una bolsa de plástico y me las pongo secas, pero la alegría me dura aproximadamente 30 segundos, el tiempo que tardan en encharcarse. Chof, chof. Sigue lloviendo y me quito las gafas para ver mejor. Chof, chof. El recorrido a pie por el pueblo no es feo, pero el público prácticamente ha corrido a cobijarse. Me encuentro bien de las piernas y voy a mi ritmo, a disfrutar, sin reloj. Veo el cartel del km 3 y decido apretar. Me cruzo con Juan y le saludo. Chof, chof. Km 4 aprieto un poco más y me vuelvo a cruzar con Juan. Cruzo la meta con los brazos abiertos, al estilo De Gregorio. Estoy muy, muy contento.
A los pocos minutos llega Juan, esprintando, también muy contento. Las lesiones nos han respetado hoy.  Tenemos la suerte de que hoy regalan en meta sudaderas en lugar de camisetas. Todo el mundo la lleva puesta. Mientras comes y bebes algo te vas quedando frío. La cosa se alarga porque aún no han llegado las bolsas con los neoprenos desde la T1 y no nos dejan entrar en boxes a recoger el material.
Sigue cayendo un sirimiri y al final nos tienen esperando demasiado tiempo. Juan charla y parece que no tiene frío, estira piernas mientras yo estoy encogido reservando todo el calor posible de mi cuerpo. Se oye tronar y puede descargar más fuerte en cualquier momento. en cuanto abren los boxes, parece como si hubieran dado la salida a un duatlón: 600 personas corriendo a recoger las bicis. Para postre te hacen guardar cola bajo el agua para controlar la salida de material. Salgo y me pongo bajo un balcón para esperar a Juan. Justo cuando llega empieza a descargar el agua a cántaros. Esperaremos a que escampe. Entonces veo que Juan empieza a ponerse lívido y le entra un tembleque que no veas. Diagnóstico: hipotermia. Estamos en la puerta de una tienda de ropa y se mete dentro. Prácticamente está bailoteando para entrar en calor. Parece que se le pasa un poco. Amaina el temporal pero Juan no quiere salir en estas condiciones. En cuanto sale de la tienda se vuelve a enfriar. Enfrente hay una cafetería y decidimos cruzar para tomar un café con leche. Nos sienta bien y decidimos ir a los coches. Están como a un kilómetro. Cuando llegamos Juan se mete en su coche, lo pone en marcha y se enchufa la calefacción. Yo meto las cosas en mi furgo y me pongo ropa seca. Teníamos plan de quedarnos a cenar, pero hace frío y la carpa es abierta. Decido irme a cenar a casa. Voy a despedirme de Juan y sigue dentro de su coche con el tritraje todavía puesto, entrando en calor. Creo que también decide volverse a casa.
Fuente Álamo 2013: un triatlón para no olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario